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Italia presenta un extraordinario panorama de vinos blancos, cada región con su propia interpretación de la excelencia. El norte brilla con el Pinot Grigio del Alto Adige, el Arneis del Piemonte y el Garganega de Soave. El centro ofrece el Verdicchio de las Marche y el Trebbiano de Abruzzo. El sur sorprende con el Fiano y Greco de Campania, y el Carricante del Etna. Esta diversidad refleja la riqueza de variedades autóctonas italianas, cada una perfectamente adaptada a su terroir específico. Los diferentes microclimas, desde los Alpes hasta el Mediterráneo, junto con técnicas de vinificación tanto tradicionales como innovadoras, crean un mosaico único de expresiones vinícolas.