Entre el mar y las colinas: un territorio con una vocación extraordinaria
Las Marcas representan un auténtico paraíso enológico aún por descubrir, donde la viticultura se desarrolla en un territorio privilegiado entre el Adriático y los Apeninos. Esta ubicación única crea un mosaico de microclimas ideales para el cultivo de la vid, con suaves colinas que dan al mar y se benefician de brisas constantes y importantes variaciones térmicas. Los suelos, predominantemente arcillosos y calcáreos, confieren a los vinos de Las Marcas una mineralidad y frescura distintivas, rasgos identitarios de una región que sabe expresar autenticidad y carácter en cada botella.
El Verdicchio: un blanco de fama mundial
El Verdicchio es, sin duda, el buque insignia de la enología de Las Marcas, con sus dos expresiones principales en Castelli di Jesi y Matelica. El primero, influenciado por la proximidad del mar, ofrece vinos de gran elegancia, con notas afrutadas y florales, mientras que el Verdicchio de Matelica, cultivado en un alto valle de los Apeninos, se distingue por una mineralidad y verticalidad más marcadas.
Ambas versiones muestran una extraordinaria capacidad de envejecimiento, característica poco común en un blanco italiano, lo que ha llevado al Verdicchio a ser reconocido como uno de los mejores blancos de Italia, capaz de evolucionar durante más de una década desarrollando una complejidad y profundidad sorprendentes.
Un patrimonio autóctono por redescubrir
Además del famoso Verdicchio, Las Marcas cuentan con un rico patrimonio de variedades de uva autóctonas que están viviendo un merecido renacimiento. Entre los tintos, el Montepulciano y el Sangiovese son los protagonistas del Rosso Conero y del Rosso Piceno, vinos con estructura y carácter que reflejan la intensidad del territorio. El Lacrima di Morro d'Alba encanta con su inconfundible perfil aromático de rosa y frutos rojos, mientras que el Vernaccia di Serrapetrona, con su particular triple fermentación, representa una rareza enológica. Completan el panorama variedades como el Pecorino y el Passerina, blancos de creciente interés, y el Bianchello del Metauro, testimonio de una biodiversidad vitícola que los productores apasionados están valorizando con enfoques cada vez más respetuosos con el territorio, entre la viticultura ecológica y las intervenciones minimalistas en la bodega.