Brad Pitt es el gran nombre detrás del Château Miraval, una finca situada en Francia, exactamente en el corazón de la Provenza, a pocos kilómetros del antiguo pueblo de Correns.
Con una superficie total de unas sesenta hectáreas, la empresa está dirigida actualmente por la familia Perrin, otro nombre destacado en el mundo de la viticultura y la enología, uno de los más importantes y reconocidos del valle del Ródano y de la AOC de Châteauneuf-du-Pape.
Mourvedre, cinsault, garnacha, syrah y counoise: estas son las variedades de uva que se cultivan en terrenos arcillosos y calcáreos, y que se interpretan en vinos de absoluta calidad, entre los que destaca sin duda el rosado, no en vano el tipo más típico y característico de la Provenza.
Entre las hileras, se presta la máxima atención a los aspectos agronómicos y todas las decisiones se toman respetando el medio ambiente, la naturaleza, el ecosistema y la biodiversidad, por lo que el objetivo principal es mantener cada planta en perfecto equilibrio para obtener uvas auténticas, sanas, ricas y concentradas.
En la bodega, la filosofía seguida no difiere mucho de la aplicada en el viñedo, por lo que la búsqueda de los máximos estándares de calidad es constante, al igual que la valorización de la materia prima, que en los procesos de elaboración se realza subrayando todo lo que la temporada y el territorio han logrado expresar en la fruta.
Las etiquetas, que llevan impreso el nombre «Miraval», son sin duda glamurosas y de diseño, pero al mismo tiempo son sinónimo de vinos que nacen respetando las más antiguas tradiciones locales, llegando a regalar en la copa la verdadera esencia de un territorio que, en lo que a vino se refiere, tiene sin duda mucho que ofrecer.