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Nada Fiorenzo

Penúltimo de siete hijos, Fiorenzo Nada heredó a finales de los años 50 una pequeña parcela en la campiña piamontesa limítrofe con Alba, en la provincia de Cuneo, en el municipio de Treiso. Procedente de una familia que siempre había producido vino para venderlo a granel a los consumidores locales, Fiorenzo continuó la tradición, pero optó por elaborar vino sólo para las necesidades de su familia y amigos, vendiendo las uvas restantes a los comerciantes locales. A principios de los años 80 se produjo un cambio de rumbo, gracias sobre todo al hijo de Fiorenzo, Bruno Nada, quien, tras adoptar algunos de los conceptos de la viticultura moderna de la época -como el terruño, los bajos rendimientos por hectárea, etc.-, propuso a su padre empezar a embotellar el vino y venderlo con su propio nombre. No fueron tiempos fáciles, pero con el tiempo, gracias también a esa magnífica realidad de "Rombone" que se ha demostrado a lo largo de los años, la satisfacción no tardó en llegar. En 1987, por ejemplo, fue el patrón de Slow Food, Carlo Petrini, quien revisó por primera vez una botella de la bodega Nada, y pronto esa pequeña bodega familiar se convirtió en una historia maravillosa. Hoy, como cuenta el propio Bruno Nada: "Viene a visitarme gente de todo el mundo: turistas, críticos, clientes. Mi padre, mi familia y yo les recibimos como a un amigo, con sencillez y la compañía de una botella de vino". Con una superficie de viñedo que actualmente abarca unas siete hectáreas, la empresa ve sus parcelas incluidas en la denominación Barbaresco, a una altitud media de unos 250 metros sobre el nivel del mar, y cultiva uvas Nebbiolo, Barbera y Dolcetto, cultivadas en pleno respeto del medio ambiente, la naturaleza y el ecosistema. Racimos excepcionales llegan a la bodega, donde las tradiciones milenarias se unen a los conocimientos más modernos, para dar lugar a resultados extraordinarios, como el "Seifile" o los Barbaresco "Rombone" y "Manzola", vinos simplemente maravillosos.