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Antica Cantina Leonardi

La Antica Cantina Leonardi tiene su sede en Montefiascone, donde fue fundada a principios del siglo XX por un joven empresario enamorado de su tierra y del vino.
Montefiascone, en la provincia de Viterbo, domina desde la colina más alta de los montes Volsini, en la orilla sureste del lago de Bolsena.
A 600 m sobre el nivel del mar, en las tierras de la Alta Toscana, entre Umbría y Toscana, Montefiascone se encuentra en una posición estratégica que, combinada con la particular conformación del territorio, permite a Montefiascone establecerse en la producción de vino.
El origen volcánico del lago de Bolsena, que es el mayor de este tipo en Europa, ha hecho que el territorio sea muy fértil gracias a la presencia de materiales de origen lávico.
Desde la Edad Media, Montefiascone, situado a lo largo de la antigua ruta de la Vía Francígena, se estableció como un centro de gran importancia y pasó por períodos de gran esplendor bajo el gobierno papal.
La pasión y el amor de la familia han llevado a la Bodega Leonardi durante cuatro generaciones, empezando por Domenico, que sentó las bases de la Bodega Leonardi, que se ha convertido en la bodega más prestigiosa de esta zona vitivinícola, además de ser la que tiene más historia.
En el corazón de la historia de Leonardi, además de la viva pasión que emerge claramente en los vinos, está el símbolo de la historia: ¡L'Est! ¡¡Est!! ¡¡Est!!
La leyenda de Defuk se remonta al año 1111 y ha hecho famoso a Montefiascone y a su vino con su inconfundible nombre: ¡Est! ¡¡Est!! ¡¡Est!!
El protagonista es Giovanni Defuk, un noble del séquito de la corte del emperador Enrique V y gran conocedor del buen vino, que solía enviar a su enviado, un criado llamado Martino, en sus viajes para encontrar bodegas y tabernas con vino de calidad.
Al escribir "Est" en las puertas de las tabernas, Martin señalaba a su amo la presencia de vino de calidad.
Se dice que al pasar por el pueblo de Montefiascone, Martino quedó tan impresionado por la calidad del vino que lo señaló con la redundante exclamación "¡¡¡Est!!!".
El noble, a su vez, apreciando mucho el vino de Montefiascone, se detuvo durante varios días en el pueblo, luego decidió establecerse allí para seguir disfrutando de él y continuó haciéndolo hasta 1113, año de su muerte en Montefiascone, donde fue enterrado en la iglesia de San Flaviano.
En agradecimiento a la hospitalidad y como homenaje al vino que amaba, dejó todas sus posesiones y una importante herencia a la ciudad, con la condición de que en cada aniversario de su muerte se vertiera un barril de vino moscatel sobre la tumba, rito que se sigue celebrando en la actualidad.

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