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Francesco Follador

El Véneto es una región que suele presentar realidades productivas en las que el amor y la pasión por el mundo del vino se transmiten de padres a hijos durante varias generaciones. Este es también el caso de la bodega Francesco Follador, situada en Santo Stefano di Valdobbiadene, que siempre ha estado inextricablemente ligada a estas colinas.
Nos encontramos en el corazón de la zona de Conegliano DOCG, un terroir de elección para la uva Glera, donde las aproximadamente 8 hectáreas de viñedos se reparten en varias parcelas pequeñas, caracterizadas por diferentes microclimas y situaciones de suelo.
El lema de la empresa es "custodios de un territorio": palabras importantes que ponen de manifiesto el compromiso de Francesco de preservar el equilibrio logrado a lo largo de los siglos entre la naturaleza y el hombre y entre la tradición y la innovación. Precisamente por ello, la filosofía de la bodega no sigue las modas del momento, que con demasiada frecuencia tienden a distorsionar las características intrínsecas de las uvas, sino que pretende acompañar a los racimos en un camino discreto, del que pueda surgir la cosecha junto con el estilo de la bodega. La bodega, recientemente renovada en 2010, es de hecho un lugar donde la novedad y el pasado se entrelazan hacia un único objetivo, la producción de Prosecco de alta calidad.
Cada año se proponen cuatro etiquetas, en las que junto a un vino blanco espumoso fermentado en botella, encontramos tres Proseccos: el Treviso DOC -el producto básico de la empresa, donde la relación calidad-precio es decididamente interesante-, abre las puertas al extra Dry Superiore DOCG y al Millesimato, la cúspide de toda la gama.
Cada botella lleva el logotipo de la empresa, que consiste en la cabeza estilizada de un burro: un animal humilde, testarudo y trabajador que siempre ha trabajado junto al hombre en el campo. "Somos unos burros cuando decidimos cultivar tierras con pendientes al límite de las posibilidades humanas, en lugar de ir unos kilómetros más allá, donde podríamos mecanizar el viñedo casi por completo. Somos burros cuando no transigimos con el mercado y las modas para ganar un poco más, pero nos mantenemos fieles a nuestros principios y a nuestro terruño. Somos unos burros cuando decidimos complicarnos la vida con Verdiso y Perera, en lugar de olvidarnos de estas preciosas variedades de uva autóctonas. Somos burros cuando elegimos ser honestos y transparentes con nuestros clientes en lugar de decirles mentiras gratuitas. Sí, somos burros y estamos orgullosos de ello. Palabras que dejan huella.