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Vincent Girardin

Vincent Girardin nació en 1961 en Santenay, un pueblo de la Côte d'Or, en el corazón de Borgoña; es miembro de una conocida familia de viticultores y representa la undécima generación. Vincent comenzó su personalísima aventura como viticultor en 1982, con sólo 2 hectáreas de viñas, a las que más tarde añadiría otras parcelas tras la jubilación de su padre.
Sobre todo en los primeros años, para responder a las exigencias del mercado, Vincent también basó su producción en la compra de uvas a otros productores de la Côte d'Or que compartían la misma filosofía agrícola, respetuosa con el medio ambiente y las viñas, y centrada sobre todo en la calidad organoléptica y la territorialidad. En el año 2000, entonces, se incorporó a la empresa el enólogo Eric Germain; con su llegada nos centramos en la esencia de cada botella y, para conseguir un resultado lo más auténtico y fiel al territorio, desterramos los herbicidas e insecticidas, favorecemos el uso de abonos respetuosos con el medio ambiente y en la bodega sólo utilizamos levaduras autóctonas y barricas de la mejor madera de Francia.

. La filosofía de producción de Girardin está, por tanto, ligada al territorio, por lo que se trabaja en el viñedo para permitir la microoxigenación, luego se realiza la vendimia manual para preservar los racimos intactos y se utiliza la tecnología moderna sólo para extraer el máximo de las uvas, con el fin de obtener elegancia en los perfumes y fuerza en el sabor.
Todos sus vinos destacan por su mineralidad, especialmente el Corton-Charlemagne, un extraordinario intérprete del terruño de Borgoña; también se encuentra una gran elegancia en su Meursault y Puligny, donde hasta las más pequeñas diferencias de suelo están perfectamente representadas en las distintas etiquetas.
Entre los vinos de Vincent, destacan el Bâtard-Montrachet Grand Cru y el Bienvenues-Bâtard-Montrachet Grand Cru. El primero es un Chardonnay puro de excepcional concentración y encarna todas las cualidades de los mejores blancos de Borgoña: color dorado brillante, rico bouquet y complejidad; si se le da tiempo para revelar todo su potencial, será imposible vivir sin él. El segundo es un blanco soberbio y realmente prestigioso; es un Chardonnay muy puro, profundo, intenso y con una gran suavidad que te deja embelesado.