Bonnaire

"No puedo vivir sin el champán: en caso de victoria me lo merezco, en caso de derrota, lo necesito". Estas son las famosas palabras que Napoleón Bonaparte pronunció sobre las burbujas que, ya a finales del siglo XVIII y del XIX, gozaban de un inmenso éxito, no sólo en suelo francés. Son muchas las Maisons que hoy se dedican a la producción de Champagne: en particular, en la prestigiosa Côte des Blancs, donde la chardonnay es la uva de referencia, en el pueblo de Cramant, al sureste de Epernay, se encuentra la bodega Bonnaire. Se trata de una realidad productiva cuya historia comenzó en 1931 cuando Fernand Bouquemont, bisabuelo de los actuales propietarios, en medio de la crisis económica que azotaba a Francia en aquella época, se encontró en una dramática encrucijada: vender todas las tierras intentando maximizar los beneficios o decidir lanzarse de cabeza a una aventura enológica, la de la producción de vinos espumosos. Fernand optó por lo segundo, y unos años después de su decisión, los resultados no se hicieron esperar. Jean-Louis, su nieto, contribuyó en los años 60 a refinar y perfeccionar aún más el estilo del Champagne Bonnaire, y luego se dedicó también a los viñedos de su esposa, Marie-Thérèse Clouet, creando la Maison Paul Clouet. Hoy son sus dos hijos, Jean-Etienne y Jean-Emmanuel, exponentes de la cuarta generación familiar, quienes gestionan con esmero y atención las casi 22 hectáreas de viñedo repartidas en su mayoría por Cramant, un terruño clasificado como Grand Cru, donde cultivan principalmente chardonnay y, en una pequeña parte, pinot noir y pinot meunier. Cada año se elabora una amplia gama de vinos, con unas 100.000 botellas repartidas entre ocho etiquetas diferentes: Brut "Tradition", Extra Brut, Rosé y Cuvée Prestige son algunas de las joyas que es imposible no probar para tener una visión clara de las características que se desprenden de este espléndido terruño.