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Domaine Trapet Père et Fils

El Domaine Trapet es una entidad vitivinícola que puede presumir de tener una gran tradición enológica a sus espaldas, al haber sido fundada por una familia de viticultores de origen alsaciano que triunfó en la "Route de Grand Crus", es decir, en una zona cargada de historia, pero sobre todo de Grand Crus.
Aunque se fundó en 1919, el Domaine Trapet Père et Fils vio cómo comenzaba su historia moderna en 1990, cuando, tras una división familiar, se unieron dos hectáreas en Marsannay con otras 13 hectáreas de viñedos en la zona de Gevrey-Chambertin, donde producen excelentes Grand Crus como "Le Chambertin", "Les Latricières" y "La Chapelle", y excelentes Premier Crus como "Clos Prieur" y "Petite Chapelle".
Posteriormente compraron otro dominio en Alsacia para volver a su tierra natal, donde producen prestigiosos Rieslings, Gewürztraminers, Pinot Gris y Auxerrois.
El propietario de la empresa, Jean Louis Trapet, siempre ha seguido la práctica biodinámica, persiguiéndola con constancia y dedicación, y ha conseguido numerosos éxitos, como tres estrellas en las guías de vinos francesas y muchas respuestas positivas de la crítica internacional. Haciendo hincapié en la calidad, en aprovechar al máximo el terruño y las variedades autóctonas, producen fantásticos Grand Crus como "Schoenenourg", "Schlossberg", "Sporen" y "Sonnenglanz", así como un "Crémant d'Alsace" muy agradable elaborado con Chardonnay, Pinot Noir y Auxerrois, una uva blanca autóctona poco conocida pero muy interesante.
Jean Louis Trapet afirma que el vino es una de las cosas más civilizadas que existen. Como cultivador, la combinación de sensibilidad y respeto le permite alcanzar la máxima expresión del terruño. Esta sensibilidad, siempre elegida con la debida consideración, suele seguir los caminos de la tradición. Su calidad recorre el viñedo, de modo que desde los primeros brotes hasta la vendimia las uvas están siempre acompañadas, pero nunca forzadas. Sencillas pero muy profundas son las palabras de este poeta y viticultor, según el cual las perspectivas que ofrece la dulzura al viticultor que sabe seguirla son ricas, al igual que las que tendrá el enamorado que sepa apreciar un vino hecho con amor.