Tunia

En el panteón etrusco, parece que Tunia era la divinidad que presidía la maduración de la fruta. De ahí el nombre, nunca tan auspicioso, de la bodega Tunia, una hermosa empresa toscana fundada a principios del siglo XXI -en 2008, concretamente- gracias al entusiasmo de tres jóvenes cuarentones.
La zona es el Val di Chiana, en la provincia de Arezzo. Es aquí donde Chiara, Francesca y Andrea llevan adelante con pasión lo que son las 25 hectáreas de propiedad de la empresa, divididas entre viñedos y olivares.
En el campo, la consigna es "orgánico", lo que significa que las vides de Sangiovese, Colorino, Canaiolo y Trebbiano, a las que recientemente se han sumado vides de Cabernet Sauvignon y Vermentino, se cultivan con el máximo respeto al equilibrio del medio ambiente, la naturaleza, el ecosistema y la biodiversidad, para cosechar uvas sanas y sin adulterar, ricas y concentradas en cada pequeño matiz organoléptico.
Pero eso no es todo: lo que diferencia a Tunia de otras bodegas es la decisión de centrarse en viñedos viejos de casi medio siglo, que han sido sobreinjertados y devueltos al equilibrio con la tierra, perdiendo cantidad pero ganando mucho en calidad.
Incluso en la bodega, la filosofía que se sigue no dista mucho de la que se aplica entre las hileras de viñas, de modo que, respetando siempre los más altos estándares de calidad, se pretende intervenir lo menos posible. Un enfoque tan tradicional como natural, fruto de la voluntad de producir vinos que sean fieles expresiones de las uvas, del terruño y de la añada en la que nacen.
Y así tenemos el "Chiassobuio", el "Cantomoro", el "Chiaroscuro" y el "Chiarofiore", para cerrar con el "Sottofondo" y el Vin Santo: vinos que hay que probar uno a uno y no perderse.