Terraviva

El escenario es el de las tierras de los Abruzos, por lo que no estamos lejos de la costa del mar Adriático: aquí se encuentra la finca "Terraviva", situada en la zona de colinas de Tortoreto, en la provincia de Teramo. Fue en los años 70 cuando todo tomó forma, ya que Gabriele Marano decidió combinar su trabajo como constructor con el de viticultor. Luego, con el paso del tiempo y las sucesivas generaciones, llegamos a 2006, año en el que la hija de Gabriele, Annalisa, junto con su marido Piero Topi, tomaron la decisión de empezar a embotellar vino con su propio nombre. Con una superficie actual de unas 22 hectáreas, casi todas plantadas de vid, las filas de la empresa están plantadas exclusivamente con variedades autóctonas como Montepulciano, Trebbiano, Passerina y Pecorino. En una zona mitigada por un clima salobre, la explotación se ha gestionado siempre de acuerdo con las normas y el protocolo de la agricultura ecológica, sin utilizar nunca sustancias sintéticas y respetando siempre al máximo el equilibrio del medio ambiente, la naturaleza, la biodiversidad y el ecosistema. Incluso en la bodega la filosofía que se sigue está alineada con la que se aplica en el viñedo, de manera que, siempre con la vista puesta en los más altos estándares de calidad, todas las operaciones están orientadas a tener la mínima intervención artificial de la mano humana sobre el proceso natural de elaboración del vino. Sólo se utilizan levaduras autóctonas y la fermentación es espontánea, y tras la crianza los vinos no se someten a ningún proceso de clarificación o filtración. Con el objetivo de exaltar y potenciar todo lo que la estación y el territorio han podido expresar en las uvas, se elaboran así etiquetas sencillamente extraordinarias. Botellas que son el resultado de un compromiso que se ve recompensado con vinos ricos en personalidad, capaces de expresar plenamente las características de las viñas y las peculiaridades de la tierra de la que nacen.