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Nika Bakhia

Georgia es la cuna de la viticultura mundial. Las raíces más antiguas de la enología se remontan a este país, como demuestra la semilla de uva encontrada en la bodega del Instituto del Vino de Tibilisi, que data de hace siete mil años.
Hablamos, por tanto, de un país con una gran tradición, donde existen unas 500 variedades de uva autóctonas, de las que sólo una pequeña parte, 38, están autorizadas para su producción, y donde el vino tiene una fuerte connotación cultural. De hecho, en toda ocasión social que se precie, hay un "Tamada", un maestro de ceremonias que "llama" durante el evento a varios brindis auspiciosos para los presentes.
Entre las muchas bodegas de Georgia, en la parte oriental del país, en la zona de Kakheti, más concretamente en el pequeño pueblo de Ananga, se encuentra la bodega Nika Bakhia. Nika tiene una personalidad polifacética: en realidad es un escultor-arquitecto que, habiendo tenido siempre pasión por el vino, decidió convertirse en viticultor, iniciando una producción de gran calidad.
Nika cultiva unas 6 hectáreas de viñedos que lindan con los de otro importante productor georgiano, Our Wine, con el que comparte algunas parcelas en el cru de Tsarapi y Akhoebi. Entre las numerosas variedades de vides autóctonas que ofrece el panorama ampelográfico georgiano, destacan las filas de saperavi, rkatsiteli, tavkveri, khikhvi y mstvane. En el viñedo, el respeto al medio ambiente es primordial, y es a la luz de esta filosofía que las plantas no son tratadas.
El proceso de elaboración del vino es, por supuesto, puramente georgiano, y la bodega se llena con los típicos recipientes de arcilla llamados "kwevri", que se entierran para iniciar la fermentación alcohólica, precedida de una larga maceración en los hollejos, que da al vino su típico color ámbar intenso y rico.
Hay tres etiquetas que toman forma en la mente de Nika Bakhia cada año, dos de vinos blancos macerados y una de tintos.