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Erik Banti

"Cuando empecé esta aventura, decidiendo podar en corto, sacrificar la cantidad con una poda verde cruel y utilizar tanques de acero brillante, dedicando energías inusuales a la higiene de la bodega, fui considerado por mis vecinos más un "marciano" que un colega. Mis vinos, en aquellos años, acababan más en los desagües que en las botellas y sólo con la cosecha de 1981 puse el corcho a mi primera botella de Morellino [...]. Tengo los mejores recuerdos de esa época por el entusiasmo, los sacrificios y la temeridad. En aquella época, el Morellino, recién salido de la denominación de origen, era un vino desconocido y su consumo se limitaba a las damajuanas (envases de vidrio de 56 litros que ya no se utilizan), que tanto los aficionados como los turistas, visitantes de la espléndida costa de la Maremma, compraban a los agricultores. Pronto llegaron los primeros reconocimientos para mí y para la historia de Morellino". Este fue el comienzo, relatado directamente por Erik Banti, viticultor de Scansano, que puede considerarse con razón uno de los padres indiscutibles del Morellino.
Llegado a la Maremma en los años 70, tras crecer profesionalmente en el negocio familiar de Montepulciano, fue en 1994 cuando decidió trasladar la bodega a Scansano, donde actualmente cultiva unas 25 hectáreas de viñedo, más de diez de ellas propias, para una producción anual que alcanza una media de 350.000 botellas. Entre las hileras de vides, las plantas se cultivan con el máximo respeto al medio ambiente y al ecosistema, lo que da lugar a la cosecha de uvas finas, ricas y concentradas en todos los matices organolépticos. Racimos que se procesan en la bodega sin desvirtuar nunca lo que la estación y la tierra han conseguido expresar en el fruto.
Del "Spineto" a la "Ciabatta", del "Ripe More" al "Carato", el resultado de todo esto lo dan las etiquetas verticales, que desde hace más de treinta años son fieles a la tipicidad del terruño y se expresan en estándares de calidad muy elevados.