Eduardo Torres Acosta

Eduardo Torres Acosta es originario de Tenerife, una de las islas de la bella Canarias. Hijo de un cartero local que tenía un pequeño viñedo, Eduardo se inició en la viticultura a una edad temprana. Impulsado, pues, por el deseo de conocer más y más este vasto mundo, decidió partir para visitar otra gran isla, Sicilia: aquí trabajaría para Arianna Occhipinti y, más tarde, se convertiría en enólogo de Passopisciaro. En 2014, su deseo de poseer algo personal donde poner en práctica lo que había adquirido a lo largo del tiempo y donde poder demostrar por fin que había aprendido a caminar por sí mismo le llevó a empezar a elaborar vino de forma individual con las uvas que había alquilado de antiguos viñedos de la ladera norte del Etna, que habían quedado casi olvidados y que él había redescubierto y potenciado. Lo que siempre ha estado más cerca del corazón de Eduardo es, sin duda, el cuidado obsesivo de la tierra, que cuida sin utilizar productos químicos, empleando únicamente cobre y azufre y controlando el vigor de las vides con podas de invierno, en la convicción de que el microclima del volcán, seco y nunca demasiado húmedo, es ideal para el crecimiento sano y potente de las vides. También en la bodega, la intervención se reduce a cero; el vino fermenta de forma espontánea utilizando únicamente levaduras autóctonas, con muy poco anhídrido sulfuroso añadido y la maduración tiene lugar en barricas de roble o cemento agotadas. Los vinos de Eduardo, expresión de calidez y delicadeza, no sólo cuentan la historia de su tierra como pocos, sino que sus rasgos nunca traicionan a los más peculiares de su productor. Hoy en día, Eduardo, cuya producción ronda las 12.000 botellas, es el alma española del Etna; de hecho, desde hace algunos años, el joven viticultor está revolucionando positivamente el statu quo de esta zona de producción y, sin duda, está dispuesto a dar grandes sorpresas a todo el panorama vinícola.