Tenuta di Fessina
Un cruce de historias llevó a Silvia Maestrelli -que ya era una famosa dama del vino en la Toscana- y a su marido, el industrial milanés Roberto Silva, al Etna en 2007. Inmediatamente se enamoraron de la espléndida zona y, tras pedir consejo al enólogo Federico Curtaz -agrónomo de Gaja durante veinte años-, decidieron comprar las antiguas fincas de la familia Musumeci, formadas por viñas centenarias situadas a más de seiscientos metros sobre el nivel del mar. El viñedo estaba formado por viejas cepas de Nerello Mascalese, cuidadas y atendidas como si fueran sus propios hijos, y abrazadas por dos coladas de lava semicirculares que rodeaban las hileras de cepas, aislándolas como para crear un verdadero "clos" francés.
Los viñedos, cultivados en vaso en suelos de lava, arenosos, ricos en piedra pómez y arcilla no estructurada, producen uvas extremadamente finas, que se procesan en la bodega siguiendo un riguroso proceso de producción que se controla escrupulosamente en cada etapa. Tras la vendimia, los racimos se seleccionan a mano, se despalillan y se trituran, y se dejan fermentar a temperatura controlada con maceración sobre los hollejos en depósitos de acero inoxidable.
A continuación, el vino se envejece en una antigua bodega de barricas en semisótano enteramente excavada en la piedra de lava, ideal para una óptima y larga evolución de los vinos. A lo largo de los años, se han ido añadiendo otras parcelas a la propiedad, todas ellas situadas a lo largo de las laderas del gran volcán, de modo que, además de las siete hectáreas de viñedo originales, hoy se cultivan otras seis hectáreas de viñedos alquilados. Así, tras hacerse un nombre en poco tiempo en el panorama vitivinícola nacional e internacional, los vinos de Tenuta di Fessina destacan ahora por su calidad y franqueza, y deben ser considerados entre los mejores vinos de suelo volcánico. Desde "Erse", en versión blanca y tinta, hasta "Il Musumeci", "A' Puddara", "Ero" y "Laeneo", todas las etiquetas de la bodega siciliana de Silvia Maestrelli son fruto de las más antiguas tradiciones, sin haber cambiado nada a lo largo de los años, ni en la viña ni en la bodega, y respetando rigurosamente la esencia más profunda del territorio del que nacen los vinos.
