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Castorani

En pocos años, la empresa del ex piloto de Fórmula 1 Jarno Trulli se ha consolidado como una de las más bellas y dinámicas de todo Abruzzo.
Podere Castorani, una bodega histórica no lejos de la ciudad de Alanno, en la provincia de Pescara, ofrece una gama de vinos de gran adhesión territorial, respetuosos con la tradición y el medio ambiente, interpretados con sobriedad y rigor.
Las primeras noticias sobre los orígenes de la finca se remontan a 1793, año en el que la finca fue traída como dote por la noble Adelina Ruggeri De' Capobianchi a su ilustre marido Raffaele Castorani, famoso cirujano, durante años profesor en la Sorbonna de París, que dio a la finca su nombre actual.
Sin embargo, en la década de 1960, tras diversas vicisitudes, la propiedad comenzó a declinar: la villa fue abandonada y, con ella, las tradiciones vitivinícolas del pasado parecían haberse perdido.
Sin embargo, hace unos años, gracias a la pasión por la viticultura de Enzo Trulli, padre del más famoso Jarno, abanderado del automovilismo mundial que ahora se ha convertido también en un hombre de vino, Bruno Cavuto, Angelo Molisani y Lucio Cavuto, los hilos de la antigua historia se volvieron a anudar afortunadamente.
Hoy, como en el pasado, todo gira en torno a la maravillosa vivienda que domina la bodega, que se extiende por unas ochenta hectáreas y está inmersa en una campiña exuberante e incontaminada, en las Colinas Pescaresi, rodeada por el anfiteatro de las grandes montañas de los Abruzos. Nos encontramos en el corazón de la subzona de Casauria, una zona con gran vocación vitícola.
La edad media de los viñedos supera los treinta años y toda la superficie de la explotación se cultiva con métodos de agricultura ecológica, sin utilizar pesticidas ni abonos químicos.
Cada miembro se ocupa personalmente de las diferentes etapas de la elaboración del vino: desde el cultivo de la uva hasta la vendimia, pasando por la producción, la promoción y la comercialización.
El resultado son vinos de fuerte personalidad, complejos y elegantes, fieles testigos de aquellas variedades que han hecho famoso al Abruzzo en todo el mundo, desde el Montepulciano, protagonista absoluto, hasta el Pecorino y la Passerina.
Vinos de rara amenidad, testigos de una historia que hunde sus raíces en un pasado glorioso.